domingo, 24 de febrero de 2008

Cîrce



Su palacio estaba rodeado por cientos de árboles azules,
y en sus alrededores, lobos monteses y tigres alados
bailaban con el movimiento extraño de la luna.
Su cara, su perfecta cara, dejaba ver unos ojos afilados como espinas.
Su espalda se alargaba infinitamente, como una enredadera,
que se perdía en el cielo...

como
para
encontrarse
con
mis
manos...

Nunca dormía, y si lo hacía, sus ojos, permanecían siempre abiertos;pretrificados...con una claridad debastadora.

Ahora, en el silencio de la noche escucho sus rugidos.
Chocan contra el techo y arañan mis rodillas.
El olor a carne putrefacta es demasiado fuerte como para ignorarlo.
Respiro con tanta fuerza que empiezo a marearme y me agarro a mis pies.
A pesar de todo, sigo caminando entre las ruinas buscándola.
Es tanta la belleza que sería casi un milagro no volverse loco.
Es tanta la belleza... que me pregunto si será que estoy del todo cuerdo
y esto apenas es el final.


Pintura de Alfredo Sinclair
Escuchando Gong de Sigur Ros

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