sábado, 16 de diciembre de 2006

El muro



Nos meten por tantos medios que el movimiento circular vendrá de fuera, que cuando se para, nos deshabitamos por dentro y el vacío es tan grande que esperamos que otro gran alud de sensaciones ocupe ese vacío.Hilamos un lazo sagrado entre la vida y el amor y lo volvemos parte fundamental de nuestra existencia. Después vendrán las decepciones, el darse cuenta que el amor es finito y levantarse cada mañana con una razón menos para vivir.Aquí el camino se divide en tres:
Los hay…Ingenuos ellos…diestros en el arte de romper muros con la cabeza…que se retuercen en la obsesión de buscar su otra parte, aspirantes a equilibristas sin red, que caen en la lona sin importarle las heridas de la cabeza, y que utilizan la sangre que brota de sus entrañas para escribir sueños o pintar mapas…
También los hay…más maduros quizás, aquellos que no pretenden que el amor les perfeccione, porque nunca creyeron en la perfección. Estos malabaristas de reflexiones saben ya desde el principio (su principio) que el movimiento viene de dentro, que la inspiración no proviene de otro ser humano diferente, sino de uno mismo, que el amor acompaña, no completa.
Por último existe otro grupo, en el que me incluiría hoy…los que rompieron el muro y no vieron nada detrás y no saben que hacer con el amasijo de escombros y sangre.
Ahora estoy sentada entre las piedras, y vislumbro África desde lejos. Soy lo que quedan de mis huesos aunque las olas estén curando cicatrices y se estén llevando mis restos al fondo del mar…Ahora, estoy sola en medio de nada y nada me importa, ahora que no hay amor y sólo creo en mí…

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